EL SEÑOR
DEL TIEMPO - INTRODUCCION
Apenas después de haber terminado y
revisado mi primera obra, de pronto
empezó a llegarme nueva información acerca de lo que iría a ocurrir en
caso de lanzar una segunda parte. Venía fragmentada tramo por tramo, pero era
nítida. Debido a que entre otras cosas sigo viajando por las minas de mi país, dispongo
del tiempo suficiente para pensar libremente y repasar lo que está ocurriendo
en mi vida; para seguir soñando mis empresas.
Mientras escribía el primer libro
mantenía un par de ideas acerca de otros proyectos, pero el borrador barrió con
todo. Luego, la sola idea de continuar con una segunda parte eclipsó con fuerza
estos otros sueños, que deberán esperar su momento.
Me he puesto a pensar qué
diferencia hay entre una persona creativa y otra que no lo es, no llegando a una
conclusión clara. Normalmente todos somos llamados a crear soluciones para la
vida cotidiana. Sencillas e imperceptibles, algunas ligeras pero efectivas.
Otras más despiertan la admiración de quienes las aprecian. Finalmente aparecen
las revelaciones. Aunque mucho menos frecuentes que cualquiera de las
anteriores, suelen dejar una profunda huella en los demás y constituyen una
marca personal que nos distingue.
Pero no es suficiente. En algún
momento determiné que el mundo funciona de manera distinta a lo que esperaba y lo
que conocemos como prosperidad o felicidad son bienes que cuestan ser
adquiridos, cuando de hecho deberían ser encontrados debido a una actitud o un
comportamiento a través del tiempo. Las cosas se encuentran al revés y
lamentablemente es más fácil encontrar una olla de oro al final del arco iris
antes de la realización personal.
Decidí entonces hacer un esfuerzo
adicional. Empecé reconociendo mi facilidad para crear cosas. Luego me enfoqué en
inventar algo, como antaño, pero he perdido agilidad. La mente se ha vuelto
algo lenta y cualquier joven resulta hoy ser más efectivo en crear algún
accesorio y venderlo por la web.
He estado alternando mi trabajo con
estos pensamientos. Para crear una industria con inversión al mínimo y que no
me costara tanto esfuerzo ni dinero. No pasó nada. Por ahí aparecieron nuevos
conceptos acerca de planes de negocios, costos y obligaciones. Me di cuenta que
no eran para mí.
¿Por qué? Porque lo primero que se
requiere es libertad y todos estos procesos se oponen a ella. A pesar que la
constancia y determinación de las personas al hacer empresa las impulsa
indefectiblemente hacia el éxito, las nuevas exigencias terminan por asfixiar el
tiempo para crear. El éxito tiene esa desagradable cualidad de hacer notorios
todos los deseos reprimidos que salen tan rápido a la luz a medida que se
utiliza mayor cantidad de dinero en satisfacerlos. Posiblemente las cosas
adquiridas ya no serían de utilidad. Matamos la sensación de hambre cuando hace
tiempo que estamos saciados. Tampoco es garantía de paz, a pesar de que
invertimos años y salud en ella.
¿Qué hacer entonces? El segundo
elemento es la experiencia. Única e irrepetible, es lo que nos permite crear
soluciones originales. En esto la mayoría de la gente ha aprendido mucho; luego
de un corto aprendizaje la utilizamos para ganar dinero. No demasiado pero lo
suficiente como para mantener a una familia. El criterio se va haciendo más
sólido y nos toma menos tiempo el asumir y superar los nuevos retos. Pero
seguimos estancados. Nos seguimos quejando que gente con mucho menos
experiencia logre mejores resultados. ¿Dónde está el error?
Hace muchos años quise averiguar
por qué la cinta Amadeus ganó tantos premios de la academia. No lo supe hasta
haberla visto. Lo que se me quedó grabado fue la escena en que una discusión
con su suegra se transformó en una aria. Nadie duda del genio de Mozart pero
esa transformación instantánea lo pinta de cuerpo entero. Es una revelación.
Lo he pensado mucho y el secreto es
asumir el problema con libertad, experiencia y eliminar los temores al fracaso,
inicialmente. Miré hacia mis visitas a minas de gran altura, al tiempo fuera de
casa y al trabajo diario en Lima, que absorbían todo mi tiempo. En casa mis
hijos toman mi tiempo porque lo necesitan y las prioridades monetarias a menudo
generan conflictos de pareja.
A veces me cruzaba con amigos de la
universidad, algunos que prometían bajaban la cabeza, evitando el encuentro.
Alguna vez también evité un encuentro con alguien que me caía mal y se veía
mejor. Con todo esto no paso de ser uno más. Lo subrayo porque deseo hacer
causa común contigo y que al momento de ver cómo se proyecta mi vida, también
creas que puedes lograrlo. Sé que voy por el camino correcto. Estoy apostando
fuerte. Aquí vamos…
Creatividad
Empecé jugar al fútbol desde muy pequeño. Mi hermano
mayor y sus amigos me ponían de arquero. Puesto escogido para los que saben
hacerlo o para los que están de relleno. Mientras ellos jugaban por otro lado yo
me aburría y me entretenía con las piedritas de los jardines en donde
jugábamos. Esto no producía buenos resultados cuando el balón llegaba por
nuestro arco y los reclamos por goles encajados aún repercuten en mis recuerdos
de infancia.
Había que verlo de otra manera. No
me sentía contento al hacer algunas cosas y mejoraba mi entorno creando en
paralelo otras actividades. Esto me acompañó por muchos años. Siempre era el
que armaba los juegos, trenes, aviones, submarinos y hasta reparaba las cosas
que se estropeaban en la casa. Nadie quería hacerlo o no se arriesgaban al
fracaso. Créeme que fracasé muchas veces porque era perfeccionista; resolvía la
mayoría saliéndome algunas veces de las instrucciones o del libreto. Pero nadie
lo notaba. Solamente apreciaban el trabajo terminado. Aunque seguía lento en
las cosas que no me interesaban.
A pesar de no iniciarme en la
lectura desde temprana edad, acumulaba conocimientos. Me encantaba ver en TV los
documentales alemanes en especial, aunque a veces mis hermanos cambiaban de
canal porque preferían dibujos que eran más divertidos. Mientras mis amigos de
barrio pensaban en las fiestas de la secundaria yo me iba haciendo fuerte en
resolver problemas de matemáticas. Las tablas de multiplicar de números por
encima del doce y mis sólidos razonamientos matemáticos me empujaron a ser quizás
el mejor y el más rápido en la materia.
Algunos compañeros me hacían
bullying porque sus amigas me pedían que les resuelva sus preguntas. A veces
ellas me invitaban a sus casas a comer y para explicarles lo que no sabían. Yo no
entendía estas cosas. Era un aspirante a nerd de país subdesarrollado. No era
el mejor pero seguí acumulando el conocimiento. Empecé a leer en serio a los once
años. Las historias de aventuras siempre han sido mis preferidas. El criterio
crecía más y más.
Aquí me detengo. Aprendí a dirigir
mi pensamiento, a evaluar y a experimentar. Es un contraste entre ambas
velocidades. Cuando lo deseo y cuando no. Decide siempre por lo que te gusta,
porque no te van a faltar fuerzas ni voluntad. Mi caso era grave porque mi
mundo paralelo no le importaba a nadie. No encajaba en una sociedad complicada
y mis relaciones humanas evitaban los conflictos en vez de solucionarlos. Era
un home-lover.
Aprendí a hacer bromas y
comentarios ingeniosos. Cómo era burlón, aprendí a detectar mis propios errores
y a reírme de mí mismo. El que no sabe hacerlo demuestra baja autoestima.
Empecé a calificar a las personas y a aceptar los defectos de cada uno, sin
perder mi propia autonomía.
A menudo los empleos cuentan con
personal que no se lleva bien con nosotros. En algún caso inventé amigos
imaginarios en donde el ambiente era evidentemente hostil. Pero a pesar de
establecer buenas relaciones y actitudes, el miedo obliga a muchos a traicionar
la confianza. Las actitudes son volubles y no mantienen un patrón lógico para
quienes creen que el otro está equivocado.
¿Cómo solucionarlo? No es posible a
menos que se determine invertir tiempo que no se tiene. Lo único que atiné a
hacer es descubrir y evitar lo que activa lo negativo y asumir lo que me
corresponde sin ceder terreno. A veces es doloroso pero así es la vida.
Discutir tercamente no nos lleva a ningún lado.
Aunque, valgan verdades, me he
propuesto ayudar con las habilidades que tengo, pasando la experiencia para que
cualquiera pueda descubrir sus propias habilidades, haciendo de nuestras
relaciones laborales algo más positivo. No lograré llevar a mi empresa al top
ten, pero vamos mejorando.
Sin embargo, el equilibrio obtenido
mantiene a la gente envejeciendo en sus labores sin un premio adicional. Es lo
que pasa con la mayoría que espera a su jubilación sin darse cuenta que
cualquier edad es razonable para ganar más y para marcar la diferencia.
A mi edad la mayoría de gente
piensa que no puede tener una idea ganadora. Un gran grupo se arma de valor e
invoca a la creatividad dormida para montar un negocio, esperando triunfar o al
menos asumir lo que les espera en adelante, logrando una mejora para sus
familias. Apelan a su experiencia y al conocimiento del mercado acumulado por
años.
Pero la mayoría no se decide a dar
el paso que piensan se debió dar años antes, cuando no tenían familia que
mantener, cuando tenían un buen puesto o cuando podían ahorrar dinero. Nos
transformamos en conformistas. El miedo al fracaso nos detiene. El logro conservador
impide asumir el riesgo de sacarle mayor provecho a la vida. Preferimos las
burlas de siempre y los comentarios despectivos de quienes han logrado un poco
más, que también adolecen de baja autoestima al apoyarse en la mala situación
de los demás. Esperamos un fracaso rotundo para ponernos a trabajar. El
problema se da cuando ya no tenemos la edad ni las fuerzas suficientes para
afrontarlo. Sonríe, mañana será peor.
Desde hace unos años empecé a
escribir como jugando. Descubrí que era bueno porque algunos amigos me dieron
sus opiniones. No consideré que iba a ningún lado. Soñaba, sí. Pero nunca
dirigí lo que escribía con fines específicos a mi favor. Tenía que madurar. El
método científico empieza con la observación. Tenía que aprender de mis errores
en forma gratuita. Hasta aquí agradezco a la necesidad, la décima musa.
Creación
El último paso es la confianza en
el saber hacer. Esa fe que mueve montañas. Que te convence que cualquier cosa
que hagas te hará al menos una persona mejor. Si aparece luego alguna mejora
económica, serás afortunado. Llegué a creer que cualquier impulso sería mejor
que no hacer nada. Estuve por muchos años como un tigre enjaulado pensando en cómo
escapar hacia la libertad, pero no fue suficiente. Pensé en varios negocios básicos
e intenté materializar algunos, pero las engañosas relaciones humanas
estropearían mis esfuerzos. Sanando heridas infligidas por quienes no creen y
te culpan.
A pesar de no obtener nada
concreto, recuperé la confianza en mí mismo. Acepté que a pesar de no encajar
en nuestro molde social habría un lugar muy bueno para mí esperando a que lo
conquiste. Leí mucho acerca de emprendimientos; acepté que no sería fácil y que
no me rendiría hasta encontrar mi lugar en el mundo. No importa el tamaño del
éxito, sería lo que mi talento lograse en buena lid. Descubrí que como nada de
lo que escribía tenía algo similar con qué compararse, lo que hacía era bueno y
único. Me faltaba algo de difusión para encontrar en dónde poder anclar y hacer
éxito.
Leía los perfiles de grandes
líderes y vi que estaba en el rumbo correcto. Que lo estándar era lo que
mermaba mi creatividad. Aprendí a aceptar los mecanismos de defensa de mis
compañeros porque muchas veces me limitaban sus carencias. Eso vino de la mano
cuando acepté que muchas veces mi ignorancia y terquedad me habían ocasionado
más de un ridículo. De paso me volví amigo del ridículo porque antes de
fracasar o de tener éxito debía arriesgarme a cometer errores, señal que
avanzamos. Todo es relativo.
Averigüé que frente al desgaste
interior un mentor podría aligerar la carga y complementar el conocimiento para
decidirse a dar un paso crucial. Como no tengo muchos a quién acudir, adopté
algunos que se hicieron amigos míos al leer sus obras y acerca de sus logros.
Al ser católico entenderás que ahí
nomás puedo encontrar a varios que me ayudan en mi vida personal. Pero para no
bajarle la llanta al libro te sugiero que según tus creencias o la falta de
ellas adoptes también las ideas de los que te hagan sentir más cómodo y te ayuden
a tomar decisiones importantes en tu vida. Espiritualmente no puedo hacer más
por ti. Sería de mal gusto. De seguro encontrarás con quién compartir tus ideas
y sueños. Hay de todo para todos. Mis mentores más valiosos son los
científicos, los escritores, los millonarios buenos y verdaderamente
grandes. Los genios, los líderes, los creativos. Hombres y mujeres que día a
día logran algo. Los que crean el sí.
Volvamos a Mozart. Yo estaba lleno
de problemas y el dinero no alcanzaba. Nada nuevo. Decidí que escribir en serio
para ofrecer diversión podría ayudar mucho. Ya estaba escribiendo desde los 35
y a mis 46 tuve una revelación. Siempre fui amante de la ciencia ficción pero es
difícil empatarla con la realidad.
Yendo a las minas descubrí un mundo
nuevo. En vez de ver paisanos en pobreza, empecé a ver una realidad llena de
oportunidades. Una nación fraccionada en culturas ancestrales con una riqueza a
punto de ser descubierta, que esperaba su oportunidad y su lugar en el mundo.
Era solamente coger ese conocimiento y transformarlo creativamente en algo que
sea agradable y al gusto de quien no lo conoce. Algo de lo que se había escrito
muy poco. Mezclando ciencia ficción con historia. Esta segunda parte rompe el molde
y se dispara sin ningún control porque la locura es válida.
Mi primera misión apareció a los
35. Sea lo que fuese mi lugar en el mundo y la riqueza por generar, sería para
ayudar a las personas porque puede ser más de lo que puedo manejar. Pero
debería ser ordenado. Nada es gratis. Una cosa es caridad y otra satisfacer la
envidia. Mi segunda misión –la más reciente– sería transformar esa molestia de
separarme de mi familia, en riqueza. El principal activo que tiene el ser
humano es su potencial. Nada puede rebajar ese valor, pero puede permanecer dormido
o subestimado.
Esa es tu elección. Elegí voltear
la tortilla. Hacer de un problema una oportunidad. Usar el valor espiritual del
conocimiento en lo profundo de mi ser, aprovechar la fuerza de los problemas e
impulsarme hacia algo mejor.
Debido a la constancia al final no
fue muy difícil. Solamente consistió en explicar lo que muchos desconocen. El
que goce de ello me lo agradecería con su preferencia. Luego, a buscar los
grandes mercados. Aprovechar la ley de los números grandes, que produce grandes
resultados. Y tener algo de buen gusto para evitar un gran rechazo… Estoy
doblando la apuesta.
Las advertencias, recomendaciones,
dedicatorias y agradecimientos ya los hice en el primer libro, no deseo
cansarte más. En cuanto a mis mentores, los vengo mencionando desde ese mismo
libro. Presta atención y los identificarás también aquí. A ellos les agradezco
al menos alguna frase puntual, pero rebosante de maestría. Con la poca humildad
que aún me queda después de este segundo hijo te aseguro que no pretendo
ponerme a la altura de ninguno de aquéllos, eso te corresponde a ti amable
lector.
Si algo más te puedo recomendar es
que, si no estás emparentado con algún término, no dudes en ubicarlo en la web,
tanto las definiciones como las imágenes asociadas. Te aseguro que tu
entendimiento va a ampliarse al punto que vas a compensar esta carencia.
Por último, es mi ferviente deseo
que mientras leas la presente obra puedas apreciar un nuevo modo de ver la vida
y de enfocar el futuro. Salir de ese hoyo inmaterial llamado conformismo o
resignación, que es lo que realmente nos hace dependientes y pobres, y aprendas
que las cosas pueden cambiar para bien cuando alguien se toma la molestia de
hacer el trabajo en serio.
El Autor
"Locura es hacer la misma cosa una y otra
vez esperando obtener diferentes resultados".
Albert Einstein
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