martes, 17 de marzo de 2015

3 MOTIN ACHUAR, LA CAPTURA DE JONAS

Realmente sí que estaba en problemas. Detenido y sin señal de teléfono no pude comunicarme con nadie. La delegación era pequeña y la cantidad de efectivos era tanta como una gaviota para una isla completa.
Aún seguía contrariado. La piedra estaba completa. Yo tenía el jade y los segmentos de oro bien escondidos en casa pero cómo habían llegado hasta aquí… Recordé acerca de las sorpresas que la piedra podía fabricar y no quedaba otra explicación. Por alguna razón se había completado y me incriminaba como saqueador de tumbas. Nadie entendió que se trataba de una piedra que encontré en el camino entre Arequipa y Cusco. Cuando me preguntaron si el oro crecía en la puna, no supe que responder. Tartamudeé un poco sin poder articular algún argumento razonable. Se rieron de mi expresión y me detuvieron. Ahora a pensar el motivo que tuvo la piedra para hacer esto.
Después de un par de horas sin poder inventar una explicación coherente para lo sucedido, al menos la calma se había apoderado del lugar. Esperábamos al teniente a cargo de la delegación. El parte estaba casi terminado, solamente esperábamos al oficial para responder algunas preguntas acerca de dónde había conseguido todo. Si sospechaban que mentía, me esperaban grandes tribulaciones.
Yo pensaba que las cosas no podían ponerse peor cuando el lugar comenzó a alterarse. Los guardias hablaban entre ellos acerca de no tomar acción, que debían demostrar tranquilidad en todo momento.
Por entre las rejas de mi nuevo apartamento logré ver parte de una incursión de nativos armados con lanzas que habían ingresado al lugar. Al parecer tenían rodeada la instalación policial, porque eran demasiados y querían algo. Ese algo era yo. Al parecer la piedra, el oro y el jade tenían un significado mágico para ellos y deseaban llevárselo junto conmigo. Algo les había fastidiado porque ante la pacífica negativa de los encargados, los nativos habían levantado sus lanzas en una forma poco amistosa, apuntando al escaso personal policial.
Alguien abrió la reja pidiéndome que salga. En su rostro veía la expresión de quien no sabía qué pena era peor: si estar detenido y procesado por la justicia o ser capturado y procesado por los achuar.
Mientras salía del lugar me rodeaban los nativos, conduciéndome hacia la selva. A través de un sendero íbamos desapareciendo ante la mirada atónita de mis captores iniciales que solo atinaban a rascarse la cabeza.
Los achuar no me trataron en mala forma. Muy por el contrario me advertían de las imperfecciones del suelo y de algún peligro como las serpientes y otras alimañas propias de la selva. Me invitaban agua porque el calor era insoportable. Después de tres horas de caminata llegamos a lo que sería un pequeño caserío. Tan rústico como su apariencia. Determiné que esa zona era prohibida para cualquiera que no fuese de su tribu. Aquí no llegaba nuestro estado peruano ni el largo brazo de la ley. Estaba en sus manos.
No entendía nada de lo que hablaban. Me condujeron hacia una choza pequeña mientras un montón de curiosos de su etnia me miraban y también miraban a la piedra, que estaba adentro ahora completa. Sentía su miedo y me produjo cierto temor saber que se podía salir de control.
Sentí por detrás de mí una punta de lanza que hincaba mi espalda. En ese instante pensé lo peor. Al llevar la piedra con el jade y el oro habría estado robándoles algo que les pertenecía y ahora iban a hacerme pagar por eso.
Instintivamente volteé y encontré algo insólito. Anawi era el de la lanza. No lo esperaba ni en un millón de años. De pronto todo tenía sentido. Sería el momento de sellar la piedra y viajar a otro tiempo porque debía hacerse ya.
Más tranquilo, volví a sentir el poder de la piedra. La visita a este punto casi olvidado del mundo en donde sólo esta etnia constituye la nación, no era casualidad. Esperaba hacer mis ventas de todas maneras pero todo eso pasó a un segundo plano. Ahora concentrémonos en la nueva misión.
-Hola Jonás. ¿No te habrás asustado con nuestra recepción al estilo Achuar?-, dijo Anawi mientras soltaba una carcajada. Todavía asustado respondí que se habían pasado de la raya, que ya no se trataba de una broma pesada.
-La piedra es la única que debería estar molesta. No has hecho caso de su invitación-, agregó.
-No deseaba sellar la piedra, extraño a mis amigos-, dije.
-¿Quién dijo que debías sellar la piedra? Debes hacer un viaje al futuro y la piedra no te servirá más. Es un prototipo. Las cosas van a otra velocidad, respondió.
La verdad no esperaba todo esto. Pregunté: ¿No era lo que el Señor del Tiempo quería?
Anawi continuó: ‘Esperábamos que te acerques a la piedra y que coloques su parte superior completa. Al sellarla inmediatamente irías al futuro. Pero previamente debías llevar el mensaje a muchas personas y autoridades como quedaste con el señor del tiempo, tal cual hiciste. Eso lo sabemos todos los que dejaste en el Cusco, la última vez que nos vimos’.
-¿Cómo es que se viaja de la nueva manera? ¿Será con otra piedra similar a esta o es la misma que se partió en dos?-, pregunté.
Anawi me mostró un medallón que llevaba en el cuello. Era como un placa circular con la figura de nuestra piedra grabada en relieve por ambos lados. Acto seguido sacó otro igual de una bolsa que llevaba al hombro. Me lo entregó.
-Póntelo de inmediato para que no te pierdas de lo que viene. Viajar al futuro es algo más sencillo pero tiene sus bemoles-, dijo mientras se reía.
Me puse el medallón. Luego empecé a contemplar cada detalle. La hechura metálica, los motivos grabados al igual que el original. El disco era algo grande para ser un medallón pero era bastante ligero. Por el color estaría hecho de cobre pero al ser muy liviano dudaba que estuviese hecho de ese metal.

Empecé a preguntar por K, por Túpac, Cahuide y otros más.

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