martes, 17 de marzo de 2015

10 EL RESCATE DE LA TIERRA

Ingresamos a un gran salón en un sótano de la pequeña ciudad de Qumram. Se encontraban reunidas una veintena de personas, de las cuales solamente conocía a Kane, Anawi y Critias. Algunos de los presentes estaban en plena conversación cuando los interrumpimos. Cada quien se sentó en alguno de los sitios dispuestos alrededor de una gran mesa y unas pequeñas pantallas virtuales aparecieron en ella, de tal manera que cada asistente poseía una, menos yo.
Me invitaron a sentarme a un costado mientras un anciano tomaba la palabra. De pronto apareció otra pantalla más grande a un costado de la mesa y orientada para que yo vea cada detalle del plan por ejecutar. Los que lo deseaban, por comodidad nos seguían desde sus propios dispositivos.
El anciano se presentó como Ezequiel y señalando la gran pantalla empezó su explicación. […]
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Ezequiel volvió a mover la mano y mientras desaparecía la ciudad atlante, el área 51 ocupaba su lugar. El zoom permitía un acercamiento lento con el fin de que yo pudiese grabar en mi memoria la apariencia de al menos los edificios más importantes y me pueda orientar hacia el reactor.
-Este es el reactor. Tiene el aspecto de un radiotelescopio y de hecho lo es, pero está adaptado para que por medio de él fluya la energía que atraiga al asteroide y que, para nuestra fortuna, puede ser desviado distorsionando la energía que dispara. Hemos calculado la cantidad de energía capaz de desviarlo hasta que ya no constituya una amenaza para la Tierra y estimamos que tenemos la suficiente cantidad mientras el asteroide no haya sido fragmentado. Si esto ocurriese sería muy difícil anularlos a todos y de hecho uno que otro nos impactará. El mal va a ser menor pero de todas maneras tendríamos una era glacial en curso, una inversión magnética en ciernes y el daño irreversible a nuestro genoma-.
Mientras señalaba un punto en las instalaciones –era el radiotelescopio-. […]
Continuó. –Te vamos a introducir en el reactor, deberás colocar el medallón que te permite viajar… por aquí –señalando la pantalla, pareció como si se ingresara por la puerta principal del reactor y visualizaba una sala de controles como los que usa la NASA para monitorear sus lanzamientos de cohetes. -Ese tablero que ves –señalaba uno en especial que parecía un radar detectando objetos voladores- es el radar principal y les permite monitorear el asteroide. No te puedes confundir porque está separado de los demás, que tienen menor alcance y se usan para detectar los aviones que pasan cerca del área 51. Solamente debes esconder el medallón cerca de él porque la señal de energía es efectiva a una distancia de hasta 20 metros. Mientras más cerca mejor pero debe quedar totalmente escondido. Cuando se den cuenta de que alguien está distorsionando la energía, no creerán que la fuente se encuentre dentro de sus instalaciones. Con unas distracciones adicionales ganaremos el tiempo suficiente para que el asteroide sea desviado convenientemente antes de su fragmentación. Pero corres el riesgo de capturado. Podríamos enviar a Anawi para que te acompañe pero eso nos restaría mucha energía necesaria para desviar al asteroide. Te enseñaremos a manejar el radar por cualquier caso y debas sabotear tú mismo el reactor. ¿Qué dices?-.
-¿No tenemos un plan B? ¿Qué pasaría si el asteroide se parte antes de poder desviarlo-, pregunté algo espantado.
-Si por cualquier caso algo fallara, enviaríamos a Anawi a hacer el trabajo, pero por cosas de la energía estaríamos en peores condiciones, haciéndose cada vez más difícil aniquilar la amenaza. A su vez tu rescate sería complicado-.
-¿Tampoco tenemos contrainteligencia?-.
-No-.

La verdad es que empezaba a preocuparme de lo incompleto que era el plan. Solamente contemplaba los objetivos a lograr pero de nuestra seguridad nada. Es más, el mismo plan de salvación de la Tierra no contenía información acerca de las fuerzas y armas del enemigo, ni de sus estrategias para contrarrestar nuestra operación. Estábamos yendo casi a ciegas, confiados en nuestro amigo Ogul a quien todavía no le habíamos dicho nada. La incertidumbre era total. Ni siquiera teníamos idea si ya sabrían de nuestras operaciones y estarían esperándonos ‘con los brazos abiertos’. No me quejé pero para ser adelantados en el tiempo no mostraban la menor diferencia frente a una situación extremadamente peligrosa.

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