viernes, 5 de diciembre de 2014

SOLILOQUIO - Octubre 2011 (B13C)

Guardamos la piedra y nos alejamos del lugar. Salimos de las ruinas rumbo a algún hotel o restaurante en donde pudiésemos recuperar energías. Si algo sabemos los peruanos es que las comidas pueden cambiar según la región pero siempre son deliciosas. Mientras ambos terminábamos el almuerzo, me urgía pensar en todo lo que estaba ocurriendo y hasta dónde deberían llegar las cosas mientras estén bajo control.

Me apresuré a decirle a Yony que iba a registrarnos en el hotel en donde almorzamos y que diese unas vueltas, que tenía unos pendientes que resolver en la web, que en una hora nos encontraríamos en la puerta del hotel. Se despidió. Hice un poco de tiempo para no parecer apresurado. Luego salí con aire tranquilo pero con un mar de preguntas sin respuesta que me aguijoneaban el interior. Hacía tiempo que no sentía estas emociones juveniles. Es que el descubrimiento de algo que no conocía pero que todo mi ser deseaba conocer y manejar a gusto me dominaba sin poder encontrar la tranquilidad.

‘Bueno’ –me dije– empecemos por lo primero que levantó alguna sospecha. Si me conozco bien podría decir que mi sentido crítico a veces no advierte de plano algunos detalles sutiles de la situación. De otro lado, esa dificultad ya identificada me impide dar una opinión apresurada, esperando tener más elementos de juicio.

No tenía mucho tiempo, sin embargo me preguntaba si el hecho de encontrar la piedra en un lugar tan alejado de los pueblos y en una situación bastante accidental podría no serlo tanto. 

Pasé a la siguiente que trataba del hecho de haber conocido a Yony no por casualidad. El llevar una medalla de oro que tenía grabada una de las líneas de Nazca y que la pusiera en una de las cavidades que terminó por activar la piedra, no eran coincidencias.

A pesar de ser parco en su conversación, esa imagen no me engañaba. Probablemente evitó conversar para no delatarse. Muy posiblemente él sabría algo más, de repente la piedra ya había sido utilizada con anterioridad y algunas personas ya sabrían de la existencia y funciones de la piedra. Pero ¿por qué ellos mismos no utilizaban la piedra? Una vez encontrada significaba un tesoro inigualable para cualquiera y que a muchos les hubiese abierto los ojos de codicia. Algunas respuestas llevaban a otras preguntas y así avanzaba sin rumbo. De pronto pensé cuál sería el fin de la existencia de la piedra y porqué ese poder se encontraba restringido prácticamente a mi persona. ¿Habría otros como yo que hayan efectuado estos viajes?

Seguía caminando. Empezó a llover pero la lluvia parecía estar de acuerdo con la piedra y mis pensamientos. La costa del Perú es básicamente desierta. Ciudades como Lima, en donde se encuentra mi hogar, tienen a duras penas algo que llamamos garúa y que demora en mojar la acera. Machu Picchu se encuentra en la parte alta de la selva peruana y sus lluvias pueden ser torrenciales. La presencia de algo parecido a la garúa costera era inusual pero agradable.
Seguía pensando, seguía tratando de ver el cuadro general de esta situación. El fin de la piedra, su razón de ser. Una piedra del tiempo que casi nadie conozca ni se pueda usar era la clave. ¿La piedra me habría escogido a mí? ¿Fue casualidad conocer a Yony o todo estaba ‘arreglado’? ¿Sabría él que se iba a encontrar con algo ya conocido y me estaría guiando hacia algo o alguien con algún fin?

Revisé mi smart phone y tenía señal. Busqué en la web por números de culturas antiguas. Los incas no habían dejado registro escrito de numeración aunque el quechua, su idioma, gozaba de una numeración decimal que hasta hoy se maneja en el Cusco, otras partes del Perú y de Sudamérica con influencia Inca.

Números romanos, números arábigos… Afiné la búsqueda hacia América. Numeración maya, eso eran las marcas que acompañaban a las líneas de Nazca en los relieves de la piedra. No pude evitar ver la hora, habían pasado ya treinta minutos, más o menos. ¿Qué hacían los mayas en Sudamérica? ¿Por qué no dejaron rastro de cosas similares como su numeración?

¿Es que las culturas antiguas del Perú no supieron asimilar conceptos conocidos y representarlos? Si el quechua se hablaba desde los inicios de Caral cinco mil años atrás y ya tendrían números en su lengua, por qué no adaptaron los ideogramas o dígitos que ‘vinieron’ de Mesoamérica.

Por ahí recordé el mito de Naylamp, que vino hacia las costas del país. Se encontraron restos de jade similar a los que hay en Centroamérica. Recordé al arqueólogo Max Uhle, quien defendió que las culturas de la costa peruana habían recibido la influencia de culturas mesoamericanas, debido a procesos migratorios. Eso explicaba por qué una piedra podría a la vez tener figuras nazcas y caracteres mayas. La cultura Nazca se desarrolló en la costa sur del Perú y la cultura Moche, en donde se cuenta la historia de Naylamp, se desarrolló en la costa norte casi en la misma época. Pero por qué no fue asimilada la numeración, no lo podía responder. Quizás como los números incas y de sus ancestros no eran del tipo vigesimal, no desearon cambiarlos. Pero tampoco había registros escritos de los números incas. Se sabía que los quipus –esa especie de nudos– podrían contener los últimos vestigios de numeración Inca, pero nadie hasta el momento había podido descifrarlos. Tampoco quedaba muy claro porqué los nazcas habían trasladado ese conocimiento hasta el Cusco. ¿El Intihuatana había sido tallado en la piedra en Machu Picchu o la habían trasladado desde la costa sur?

Quedaban aún algunos vacíos que me impedían completar el cuadro, pero tenía lo más importante casi resuelto. La piedra no tenía fines expansionistas ni de poderío, sino ya hubiese sido utilizada para eso. Pero cuál sería la razón de haber sido escogido para ver el espectáculo que acababa de presenciar, de eso no tenía idea. De otro lado por qué Yony me había conducido casi directamente hacia el Intihuatana y cómo activó la piedra con su medalla de oro. ¿El habría escogido ese pasaje de la historia o la piedra tendría un poder independiente de la voluntad humana? ¿Por qué el oro activó la piedra?

Vamos por partes. Sabemos que se considera al Cusco como un centro energético y de otro lado que de la materia se puede producir energía en grandes cantidades, pero en condiciones muy especiales. Habría que replicar algún experimento de plasma o antimateria altamente contaminante y peligroso, posiblemente mortal para nuestra condición al aire libre.

¿Qué contenía adentro el Intihuatana que activó a la piedra del tiempo y la desintegración posterior del oro? Esa gran piedra que anunciaba con la sombra proyectada la hora o quizás la estación del año es intocable, nunca sabremos qué contiene adentro. También me mantenía intrigado el oro que desapareció al activarse la piedra. Por eso los incas lo consideraban como metal sagrado. Bajo el supuesto de que haya encontrado la piedra en un accidente real, ¿cómo habría llegado allá? Pienso que no pudo ser ‘sembrada’ y que llevaba ya mucho tiempo abandonada en ese paraje en la puna. Aunque viéndolo de otra manera, el tiempo ya no es una condición limitante, hasta podría decir que era algo secundario.

Diez minutos y regresaríamos con la piedra. Asumo que si era algo preparado por Yony y otros, él ya tendría otro objeto de oro y lo colocaría en donde le sea conveniente y sin consultar. Por mi parte, iba a dejar que él lleve la aventura hasta donde pudiese y dentro de lo que se entienda como bajo control. Mis dudas acerca de la seguridad de los viajes, de mi propia integridad física debida a la piedra o a quienes me conducían se fueron disipando. No encontraba razones para pensar en algún peligro oculto o no anunciado. Sentía en lo profundo que se trataba de algo que la piedra y sus seguidores no podían proporcionar.

Era mejor ir cambiando mi expresión de investigación y de sospecha por alguna algo más ingenua, como quien no sabe qué está pasando y que sigue experimentando sin peligro lo que no conoce. Respiré hondo un par de veces.


Caminé de regreso a la puerta del hotel. No era muy grande el lugar, en algunos minutos me encontraría de nuevo con Yony y enrumbaríamos hacia nuestro segundo destino y los que pudiesen aparecer. No conté cuantos símbolos había pero sí había interpretado los números, que iban del uno al trece, corroborados al ver la web. Otros dos agujeros tenían lo que los mayas consideraban el cero, pero las marcas encima y por debajo se entienden como antes y después. Luego el agujero central con la espiral. Yo no quería pensar más. Yony ya me esperaba en la puerta y regresamos al lugar de los hechos.

INTIHUATANA Y LA PIEDRA DEL TIEMPO - Octubre 2011 (B13B)

Conocí a Yony. No medía más de 1.65m y a pesar de tener contextura media, se veía algo robusto. Me preguntó si deseaba conseguir algún recuerdo, se veía interesado en vender pero sentí en él mucha curiosidad y algo de ansiedad. Es que las ventas me habían vuelto sutil en el trato con las personas. No sé, pero también sentía confianza. Rápidamente llegamos al tema. Como la piedra que aún llevaba en la camioneta no tenía más que valor arqueológico porque no llevaba nada de oro ni piedras preciosas, le expliqué afuera –mientras desenvolvía la piedra– cada detalle del lugar en donde la encontré. Él tampoco tenía idea de la procedencia de aquella roca y me confió que también le parecía extraña. Si bien concluí que las figuras en relieve eran copias de las líneas de Nazca, los símbolos más pequeños que representaban números consecutivos, no encajaban en el contexto de alguna antigua cultura del Perú. Luego de algunos momentos me dijo que una idea le daba vueltas pero no era muy clara. Me preguntó si disponía de tiempo y posibilidades de hacer una visita.

Debido a que el motivo de mi viaje había concluido ayer jueves y el sábado no hay labores, decidí retrasar mi retorno a Lima. Ya el lunes me reintegraría sin que alguien sospechase de lo que estaba por ocurrir. Mientras asentía con la cabeza me decía que por un precio cómodo, hospedaje y alimentación, se ofrecía a ser mi guía por Machu Picchu. Estaría de regreso durante el domingo.

Me arriesgaba a no retornar a tiempo a Lima pero me embargaba esa inquietud de saber el origen de la piedra. No podía esperar por lo menos otros tres meses en que posiblemente regresaría de visita. Le invité a desayunar y apenas después del mismo nos enrumbamos hacia nuestro destino. La carretera se encontraba en buen estado.

Mientras manejaba escuchábamos un disco con la música country que me gustaba. Esta vez era FMc, especial para recorrer el Cusco. Luego de seguir por sus meandros, llegamos a Aguas Calientes; al Km. 110 del ferrocarril, es decir a Machu Picchu.

Después de comprar algo ligero para comer por si nuestra expedición se alargase demasiado y luego de dejar el vehículo en un lugar seguro, ingresamos a nuestra maravilla del mundo. Paseamos y paseamos mientras me decía el significado de cada lugar por donde pasábamos.

Cuando llegamos al Intihuatana –o reloj solar– hizo un alto. ‘Tayta, llegamos al sitio correcto’. Sacamos la piedra de la caja que milagrosamente logramos introducir en las ruinas sin despertar sospechas y efectivamente la piedra parecía calzar en la parte superior del reloj solar.

Miramos a nuestro alrededor y a pesar de que era un lugar algo apartado, aún había algunos turistas que rondaban por ahí. Esperamos pacientemente hasta que después de varios intentos fallidos, el lugar quedó desierto. No había manera de instalar la piedra en la cúspide del reloj sin pisarlo.

Aprovechamos que por un lado la piedra tenía una gradas talladas en la roca y subimos por ahí, pidiendo perdón a los Apus incas por profanarlo con nuestras pisadas; logramos colocar la piedra en la parte superior. Debido a la erosión del tiempo, los filos de ambas piedras tenían cierto juego. Después de acomodarla lo mejor posible y de ver con cierto temor que nadie se acercaba ni nos veía, bajamos de la piedra y observamos que se encontraba completa por primera vez después de mucho tiempo.

Noté cierta angustia en la expresión de Yony. Pasaban algunos turistas tomando fotos. En sus rostros había cierta extrañeza, la piedra ya no era la que figuraba en sus folletos, pero no sabían el porqué. Conversaba con Yony acerca de lo que podría ser la función de la piedra ya completa mientras esperábamos nuevamente que las personas desaparecieran del entorno.

Luego de casi una hora parecía que se iban del todo. Yony me confió que tenía una medalla con una figura Nazca que se hallaba en la piedra. Era el símbolo que se encontraba apareado con el número trece, llevaba grabado la figura de la parihuana o flamenco e iba al centro superior del círculo que formaban las trece figuras –lo que serían las doce en un reloj– y me pidió que me acercara para ver si era correcto lo que aseguraba.

Al estar casi trepados en la piedra acercó su medalla y la introdujo en la cavidad que contenía ese primer símbolo. Se le resbaló de su mano y al contacto con su símil de la piedra empezó a salir como agua de un surtidor por la parte superior, a manera de fuente. Yo me preguntaba de dónde saldría el agua porque no había tuberías visibles, pero pronto descubrí que se trataba de alguna forma de energía. Luego el flujo se incrementó y empezó a brillar en un espectáculo multicolor. El chorro se hacía más y más turbio, siendo imposible ver a través de la cortina irisada que nos rodeaba.

Al término del espectáculo lo que divisábamos a nuestro alrededor me dejó pasmado. Por alguna razón desconocida estábamos en otro lugar muy distinto y fuera del santuario Inca, no atinando a romper nuestro estupor con palabra alguna. Mientras Yony buscaba la medalla que se había consumido en el viaje, sólo murmuraba preocupado ‘era de oro, de oro’. A lo lejos divisamos una llanura inmensa y algo similar a un cuartel improvisado. Incluso con algunas tiendas de campaña escondidas en unos promontorios, porque varios soldados salían y entraban, algunos a caballo. Mucho más lejos, dos ejércitos a caballo se encontraban en un combate encarnizado. No sabíamos qué pensar.

Nos dirigimos al cuartel dejando atrás la piedra y mientras nos acercábamos, recordé en dónde había visto esos uniformes. Vimos una pequeña compañía de caballería acantonada y ansiosa de entrar en combate. Ya muy cerca escuchamos que llamaban a un tal Rázuri –de parte del General La Mar– que ingresó raudamente al aposento principal. Se veía nervioso y preocupado.

Adiviné no sin asombro de qué batalla se trataba y porqué había ingresado el oficial casi a la carrera. Volviendo al conflicto, el otro ejército parecía más numeroso y también aprecié que en poco tiempo dominarían el lugar, haciendo huir al contendor.
El oficial salió ya no preocupado sino contrariado. Se acercó a la compañía mirando al vacío, como si no hubiese comprendido algo. Ya estábamos cerca de él.

Con mucha cautela pregunté al uniformado qué acción iban a tomar y si de todas maneras iban a auxiliar a sus pares porque estaban perdiendo la batalla. Molesto respondió que había recibido la orden de su superior de replegarse. Él no estaba de acuerdo y existía una gran probabilidad de que si cambiaba la orden, también su batallón sería diezmado. Le pedí que se tranquilice.

En mi interior el asombro inicial se había transformado en emoción. Sí, era la Batalla de Junín. Casi doscientos años atrás. Mi pensamiento se bamboleaba entre la naturaleza del viaje al que nos había llevado esta ‘piedra del tiempo’ y la decisión que estaba a punto de tomar Rázuri. Yony no decía nada. Solamente miraba de hito en hito al oficial y a mí. Se me ocurrió algo. Le aposté una moneda de oro a que cualquiera que fuese su decisión tendría éxito y que la historia lo recordaría como un bienhechor de la independencia. Noté que se sintió mucho mejor, aunque mientras me entregaba la moneda empezó a mirar nuestra apariencia. Yony estaba vestido algo con más cercano a lo que usan los pobladores del Cusco, pero yo tenía unos pantalones y una camisa que se usarían dos siglos después.

Para tranquilizarlo y convencerlo de que cumpla con su misión, desvié su atención diciendo que no teníamos caballos y que necesitábamos que nos ayuden a regresar al pueblo más cercano. Estaríamos allí cuando terminen las acciones militares. Supongo que me creyó y luego de asimilarse nuevamente a la batalla se acercó al comandante de ese batallón; falseando la orden dijo: ‘Mi coronel, el general La Mar ordena que cargue usted de todos modos’.

Al llegar el batallón de refresco al mando del argentino Isidoro Suárez, el ejército realista se vio sorprendido y luego se desorganizó completamente; no sabían de dónde había salido todo un regimiento; ése fue su error, eran menos hombres de lo que calcularon. Poco a poco se divisaba cómo la caprichosa victoria iba cambiando de dueño, para posterior alegría de la causa americana. Esta historia está hermosamente matizada en una de las tradiciones de Don Ricardo Palma: ‘El Clarín de Canterac’.

Le hice una seña a Yony para regresar a la piedra que nos trajo hasta este lugar. A pesar de no saber nada de aquella piedra, únicamente lo que habíamos visto, me atreví a acercar la moneda en un agujero distinto pero que según mi lógica nos permitiría regresar, era el que iba exactamente al centro marcado con una espiral, ubicado entre otros dos, el árbol a la izquierda y las manos a su derecha. Esperé a que Yony estuviera tan cerca como yo de la piedra para introducir la moneda en la cavidad central.

De nuevo la fuente de agua, de nuevo los colores, de nuevo la ciudadela justo en el momento en que habíamos partido. Nadie alrededor. Retiramos la piedra con avidez; la introducimos en la caja, luego en la mochila que habíamos dejado cerca del reloj solar y procedimos a retirarnos. Teníamos mucho que conversar aunque Yony no mostraba el más mínimo interés en comentar algo acerca de lo había sucedido.

Salimos de la ciudadela mientras le preguntaba con cuánto le podría restituir el valor de su medalla y lo convencía de volver después de almorzar para respondernos luego algunas preguntas obligadas. Yo deseaba explorar un poco más, al menos un par de veces más antes de retirarme y postergar el resto de los destinos labrados en la piedra, que por ningún motivo vendería ni revelaría su secreto hasta que pueda tener una idea más completa de su naturaleza y de su objetivo.

Yony estaba de acuerdo. Ya más calmado porque le iba a restituir su medalla, se encontraba animado y dispuesto a probar de nuevo.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

LAS MINAS DEL CUZCO OCTUBRE 2011 (B 13 A)

Yendo de mañana por la carretera, mejor dicho por un camino afirmado, hacia las minas de cobre, repasaba mentalmente lo que iba a ofrecer a mis anfitriones. Estaba satisfecho. Me habían ofrecido recibirme en las instalaciones de la mina porque siempre se interesaban en lo nuevo de la tecnología. Hacía mucho frío por las noches pues estaba entre las cordilleras de la sierra, pero eso no me preocupaba en absoluto. Ya antes me ofrecieron lo mismo y la verdad es que eran excelentes condiciones. Sus sencillas habitaciones no tenían nada que envidiarle a las de los mejores hoteles del Cusco. Agua caliente, calefacción, cuartos alfombrados, cable, cinema, los alimentos corrían por parte de ellos… de pronto todo ocurrió tan rápido.

Instintivamente tuve que esquivar algo que se cruzó, algo que salió de entre las piedras del camino, era una liebre. Demasiado tarde. El duro golpe en la suspensión me volvió a la realidad de inmediato. Después de controlar y detener el vehículo, me bajé para ver los posibles daños por el percance.

Revisé cuidadosamente las ruedas. Nada. Aparentemente la suspensión no había sufrido, tampoco la dirección. Pero el sonido seco y profundo me hacía desconfiar.

¿Contra qué? allí estaba la respuesta a mis dudas. Busqué por los alrededores sin éxito. Me acababa de dar cuenta de que ya no estaba en la trocha. Es que era tan similar al resto de la puna. Así era el tramo que arrancaba desde Arequipa hasta llegar a Espinar.

Bueno, retrocedí hasta donde los rastros de las ruedas me indicaban que salí de la trocha. Algunas piedras por ahí… Algo llamó mi atención. Era una piedra con base casi rectangular. Había algunos símbolos que reconocí de inmediato, junto a otros más simples pero que nunca había visto. Aún así tenían cierta lógica. Pensé hasta qué podrían representar algún sistema numérico. No eran números romanos pero sus semejanzas a medida que se recorría en círculos –como en un reloj– los hacían parecer consecutivos. Cada ‘número’ venía asociado a un símbolo.

Nunca había visto algo similar. Quizás al pasar por la Ciudad Imperial alguien me pudiese indicar qué tenía entre mis manos. La base parecía haber sido cortada de la roca porque al intentar parar la piedra ésta se inclinaba hacia un lado. Volviendo a las figuras y números, estaban grabados en relieve adentro de unos agujeros ciegos encerrando a otros tres que se ubicaban en el centro. Eran unos trece los que los rodeaban y al parecer la razón de cada uno de los agujeros era depositar algo. Envolví cuidadosamente la piedra grabada en una tela, que buscando encontré entre las herramientas del vehículo. Ya vería después qué podría ser y su significado.

Llegué a la mina y me recibieron, ubicándome rápidamente. Las visitas no duran mucho y mayormente se terminan el mismo día. Pasearme por las áreas de mantenimiento y producción, luego por las superintendencias y jefaturas. Atender a cada usuario tomando nota de cualquier pregunta o necesidad. Es fácil despertar la curiosidad de los técnicos cuando se les ofrece tecnología a la que aún no tienen acceso.

Luego de departir una agradable conversación y de haber pactado mi siguiente visita, me ofrecieron visitar el tajo para ver sus equipos en movimiento, a ver qué otras cosas más de utilidad les podría ofrecer.

Terminado el trabajo me despedí de los ingenieros, agradeciendo cortésmente por las atenciones recibidas y por la oportunidad de visitarles en forma continua. Ya en mi habitación y después de preparar y enviar mi informe por correo electrónico me puse a pensar acerca del origen de la piedra, que yacía en un rincón de la tolva de mi camioneta. Nunca había visto algo parecido a pesar de haber sido un estudiante promedio de la historia peruana. Las culturas antiguas me llamaban mucho la atención y si bien había reconocido casi todas las figuras, los que parecían números no tenían explicación alguna.

Al retirarme de la mina a la mañana del día siguiente, ya no regresé a la Ciudad Blanca sino que me dirigí directamente hacia el Cusco. Buscaría a algún guía que tuviera algún conocimiento profundo y le mostraría la piedra que encontré para saber su origen, importancia y posiblemente su valor.

Después de algunas horas de seguir el viaje por otras trochas más, me encontré ingresando por tercera vez en mi vida a la Ciudad Imperial. Por ahí divisé un obelisco con un cóndor. Recordé que durante mi segunda visita, en los años ‘90, había un acuerdo entre el alcalde y la autoridad militar para que antes de la inauguración del monumento los uniformados izaran e instalaran el cóndor de bronce en la cúspide, pero que luego de un pleito entre ambas autoridades, éstos últimos se negaron a levantar el cóndor y respondieron que si el alcalde quería al animal en su lugar, que lo suban en burro. A pesar de ver al ave en su parte superior, nunca supe si el obelisco y su monumento de bronce quedaron tal como se pensó en un inicio.
También me encontré con una enorme fuente de aguas en donde destacaba un enorme plato dorado con cabeza de puma. Paccha de Pumaqchupaq o algo así. Luego el monumento a Pachacútec, el gran guerrero Inca. Me daba la impresión de que como no sabía a quién recurrir, me desviaba del asunto dando vueltas por los alrededores de la ciudad.

Llegue a la plaza de armas en donde busqué algún lugar para merendar porque ya se había hecho tarde. Saliendo del vehículo pude ver el comercio del lugar. Piedras de colores como shaquiras, lapislázulis y turquesas.

Cristales de cuarzo y piritas también. Ponchos, chullos y chompas, al lado de artesanías de barro, réplicas de Machu Picchu en granito, adornos en oro, plata, otros metales y algunas cerámicas más elaboradas. Hice un alto.

Pregunté si conocían a alguna persona que me pudiera instruir acerca de lo que los incas habían hecho en la piedra porque deseaba llevarme a Lima algunas reliquias lo más reales posible. Me respondieron que volviera mañana temprano para hablar con Yony, que iba a responder a todas mis preguntas.


Finalmente me ubiqué en un pequeño hotel con vista a la plaza de armas y que era administrado por una congregación de monjas. "Mañana, mañana quizás sabría algo más".

TRECE OLAS

Después de muchos años de leer ‘La Tercera Ola’ –obra que no entendí completamente– me causó la impresión de que los años venideros serían de marcada incertidumbre. Las fuerzas económicas organizadas después de la depresión de 1929 tienen financieramente dominado al mundo y han controlado sus factores, incluyendo la calidad de educación que les permite mantener una humanidad agonizante.

Penosamente la democracia tiene dos objetivos principales: Marear al elector para que siga escogiendo entre opciones ‘pre-cocidas’ que no deben salirse del libreto si es que en algo aprecian sus vidas y mantener el statu quo internacional que consiste en manejar a las naciones como granjas lecheras que generan riqueza mediante un flujo de caja desde el bolsillo del elector hasta las arcas fiscales que son destinadas para fines que no mejoran el estatus del mismo elector que paga impuestos.

Flujos de caja que no permiten el éxito del ciudadano común. Te ofrecen educación gratuita –no de calidad– para que sigas empujando el carro de guerra sin preguntar. Te ofrecen salud, para que lo empujes por más tiempo. Te ofrecen cualquier cosa conveniente a sus fines. Si hablas y no estás de acuerdo te investigan, te aplastan con la prensa y procesos judiciales fraguados con leyes desiguales, pero convenientes. Arriando autoridades, científicos, profesionales, ejecutivos, empleados, obreros, sindicatos y todo lo que se te ocurra.

Pero el orden mundial es cíclico, como la economía. Pasada la era industrial y tecnológica toca la era de la humanidad. Valores supremos como libertad, igualdad y fraternidad vienen durmiendo ya más de doscientos años; derechos como ocho horas de trabajo, ocho de descanso y ocho para disfrutar con la familia y que habían sido enterrados desde el inicio del s. XX, empiezan a resurgir por los errores de una minoría trasnacional que no cuantifica las consecuencias de su desmedida ambición y torpeza.

Sus garras empujan hacia afuera de la historia los valores que hoy caracterizan solamente a algunos super-héroes en los comics. Ya no les interesan las condiciones de la vida humana, ni las guerras provocadas cuando no pueden pasar por encima de las leyes. Destruyen la tierra pues no verán el final desastroso cuando ya no se pueda vivir con dignidad. Esta última crisis ha descubierto sus debilidades por la quiebra masiva de instituciones lucrativas y sólidas, hasta entonces. A su vez las guerras ya no representan un negocio tan rentable como antaño.

Como ocurre en cada crisis, un nuevo orden mundial está por comenzar. Si bien tenemos aún una humanidad no consciente del poder que tiene por ser absoluta mayoría y con una publicidad subliminal por todos los medios que solamente busca vender a cualquier precio sin preocuparse mucho acerca de la utilidad que representa para el usuario final ni sus consecuencias medioambientales, tengo una buena noticia para ti. Las redes sociales no hacen caso de los actores políticos continuistas del antiguo régimen económico-social, que ya empezó a dar manotazos de ahogado.

Completo la buena noticia señalándote que cada vez es más frecuente encontrar instituciones que benefician a la humanidad sin distinción de razas ni culturas. Que ya no se rigen por el orden mundial desfalleciente y que a medida que vaya organizando un mundo de consumidores, va a detener las ambiciones de los monstruos corporativos que nacen y se auto-destruyen por su propia codicia.

Ahí los creativos tenemos la misión de enseñar al mundo la diferencia entre los que compran y los que venden (los que venden sí lo saben) y atender a los consumidores con la dignidad del caso. Pero no sólo nos falta consciencia para saber que tenemos el poder mundial de elegir sino que debe ir de la mano de un sabio equilibrio para no tomar decisiones apresuradas ni para ser manejados por pseudo-líderes que desvíen nuevamente al mundo para sus fines particulares, como hasta hoy.
  
El objetivo de la nueva humanidad es hacer converger todo esfuerzo hacia la liberación económica del mundo, evitando que el poder económico arbitrario siga dominando.
Pero no podemos incidir en las leyes. Tampoco debemos generar violencia con marchas, ni motines. Es solamente sembrar consciencia por las redes y escuelas, pasar por encima de la opinión parametrada, defendiendo al consumidor universal, difundiendo cultura de verdad, creando consciencia para el buen discernimiento, distinguiendo y premiando con nuestra preferencia a las empresas que cuidan al planeta y tratan bien a sus habitantes, por encima de las corporaciones orientadas al consumismo.
Este es el primer fruto de la era de la humanidad que ya está con dolores de parto.


Jonás, último servidor del Señor del Tiempo