miércoles, 3 de diciembre de 2014

LAS MINAS DEL CUZCO OCTUBRE 2011 (B 13 A)

Yendo de mañana por la carretera, mejor dicho por un camino afirmado, hacia las minas de cobre, repasaba mentalmente lo que iba a ofrecer a mis anfitriones. Estaba satisfecho. Me habían ofrecido recibirme en las instalaciones de la mina porque siempre se interesaban en lo nuevo de la tecnología. Hacía mucho frío por las noches pues estaba entre las cordilleras de la sierra, pero eso no me preocupaba en absoluto. Ya antes me ofrecieron lo mismo y la verdad es que eran excelentes condiciones. Sus sencillas habitaciones no tenían nada que envidiarle a las de los mejores hoteles del Cusco. Agua caliente, calefacción, cuartos alfombrados, cable, cinema, los alimentos corrían por parte de ellos… de pronto todo ocurrió tan rápido.

Instintivamente tuve que esquivar algo que se cruzó, algo que salió de entre las piedras del camino, era una liebre. Demasiado tarde. El duro golpe en la suspensión me volvió a la realidad de inmediato. Después de controlar y detener el vehículo, me bajé para ver los posibles daños por el percance.

Revisé cuidadosamente las ruedas. Nada. Aparentemente la suspensión no había sufrido, tampoco la dirección. Pero el sonido seco y profundo me hacía desconfiar.

¿Contra qué? allí estaba la respuesta a mis dudas. Busqué por los alrededores sin éxito. Me acababa de dar cuenta de que ya no estaba en la trocha. Es que era tan similar al resto de la puna. Así era el tramo que arrancaba desde Arequipa hasta llegar a Espinar.

Bueno, retrocedí hasta donde los rastros de las ruedas me indicaban que salí de la trocha. Algunas piedras por ahí… Algo llamó mi atención. Era una piedra con base casi rectangular. Había algunos símbolos que reconocí de inmediato, junto a otros más simples pero que nunca había visto. Aún así tenían cierta lógica. Pensé hasta qué podrían representar algún sistema numérico. No eran números romanos pero sus semejanzas a medida que se recorría en círculos –como en un reloj– los hacían parecer consecutivos. Cada ‘número’ venía asociado a un símbolo.

Nunca había visto algo similar. Quizás al pasar por la Ciudad Imperial alguien me pudiese indicar qué tenía entre mis manos. La base parecía haber sido cortada de la roca porque al intentar parar la piedra ésta se inclinaba hacia un lado. Volviendo a las figuras y números, estaban grabados en relieve adentro de unos agujeros ciegos encerrando a otros tres que se ubicaban en el centro. Eran unos trece los que los rodeaban y al parecer la razón de cada uno de los agujeros era depositar algo. Envolví cuidadosamente la piedra grabada en una tela, que buscando encontré entre las herramientas del vehículo. Ya vería después qué podría ser y su significado.

Llegué a la mina y me recibieron, ubicándome rápidamente. Las visitas no duran mucho y mayormente se terminan el mismo día. Pasearme por las áreas de mantenimiento y producción, luego por las superintendencias y jefaturas. Atender a cada usuario tomando nota de cualquier pregunta o necesidad. Es fácil despertar la curiosidad de los técnicos cuando se les ofrece tecnología a la que aún no tienen acceso.

Luego de departir una agradable conversación y de haber pactado mi siguiente visita, me ofrecieron visitar el tajo para ver sus equipos en movimiento, a ver qué otras cosas más de utilidad les podría ofrecer.

Terminado el trabajo me despedí de los ingenieros, agradeciendo cortésmente por las atenciones recibidas y por la oportunidad de visitarles en forma continua. Ya en mi habitación y después de preparar y enviar mi informe por correo electrónico me puse a pensar acerca del origen de la piedra, que yacía en un rincón de la tolva de mi camioneta. Nunca había visto algo parecido a pesar de haber sido un estudiante promedio de la historia peruana. Las culturas antiguas me llamaban mucho la atención y si bien había reconocido casi todas las figuras, los que parecían números no tenían explicación alguna.

Al retirarme de la mina a la mañana del día siguiente, ya no regresé a la Ciudad Blanca sino que me dirigí directamente hacia el Cusco. Buscaría a algún guía que tuviera algún conocimiento profundo y le mostraría la piedra que encontré para saber su origen, importancia y posiblemente su valor.

Después de algunas horas de seguir el viaje por otras trochas más, me encontré ingresando por tercera vez en mi vida a la Ciudad Imperial. Por ahí divisé un obelisco con un cóndor. Recordé que durante mi segunda visita, en los años ‘90, había un acuerdo entre el alcalde y la autoridad militar para que antes de la inauguración del monumento los uniformados izaran e instalaran el cóndor de bronce en la cúspide, pero que luego de un pleito entre ambas autoridades, éstos últimos se negaron a levantar el cóndor y respondieron que si el alcalde quería al animal en su lugar, que lo suban en burro. A pesar de ver al ave en su parte superior, nunca supe si el obelisco y su monumento de bronce quedaron tal como se pensó en un inicio.
También me encontré con una enorme fuente de aguas en donde destacaba un enorme plato dorado con cabeza de puma. Paccha de Pumaqchupaq o algo así. Luego el monumento a Pachacútec, el gran guerrero Inca. Me daba la impresión de que como no sabía a quién recurrir, me desviaba del asunto dando vueltas por los alrededores de la ciudad.

Llegue a la plaza de armas en donde busqué algún lugar para merendar porque ya se había hecho tarde. Saliendo del vehículo pude ver el comercio del lugar. Piedras de colores como shaquiras, lapislázulis y turquesas.

Cristales de cuarzo y piritas también. Ponchos, chullos y chompas, al lado de artesanías de barro, réplicas de Machu Picchu en granito, adornos en oro, plata, otros metales y algunas cerámicas más elaboradas. Hice un alto.

Pregunté si conocían a alguna persona que me pudiera instruir acerca de lo que los incas habían hecho en la piedra porque deseaba llevarme a Lima algunas reliquias lo más reales posible. Me respondieron que volviera mañana temprano para hablar con Yony, que iba a responder a todas mis preguntas.


Finalmente me ubiqué en un pequeño hotel con vista a la plaza de armas y que era administrado por una congregación de monjas. "Mañana, mañana quizás sabría algo más".

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