martes, 17 de marzo de 2015

15 LA ENERGIA DE LOS ATLANTES

El domo casi se había terminado de cerrar, cuando el portal cuántico traspasó las paredes de la sala de controles del reactor, depositando al atlante Ogul frente a nosotros; sin decir nada se ubicó cerca de la pantalla del radar principal.
Números brillantes empezaron a brotar por la pantalla de los ordenadores. Al parecer él ya tenía el control mental sobre aquéllos y buscaba algo de mucha importancia. La pantalla del radar principal transformó lo que presentaba, ubicando únicamente los cinco fragmentos con trayectoria de colisión hacia la Tierra. Unos números aparecieron al lado de cada fragmento visualizado, serían la posición, velocidad y curso de colisión. También se veían las ciudades para cada impacto. Nueva York siempre había sido desafortunada para este tipo de destrucciones masivas. Londres, Moscú, Pekín y Sydney eran los demás objetivos. Los había identificado plenamente. No sólo era grave la destrucción y contaminación de estas ciudades. También su entorno arrastraría a otras ciudades importantes al desamparo.
En ese momento algo pasó y el reactor empezó a trabajar a toda su capacidad, pues en las otras pantallas Anawi observó que el porcentaje de energía utilizada estaba en el máximo. De alguna manera podríamos hacer algo.
Kane entendió lo que Ogul había alcanzado. –¡Hemos recuperado el reactor!-, exclamó con un sonoro grito. ¿Podremos destruir los fragmentos antes que nos destruyan a nosotros?, preguntó a Ogul.
Él sonreía porque tenía su propio plan y se estaría cumpliendo.
-El domo es una protección contra los ataques que se avecinaban-. Empezó a dar indicaciones.
-Jonás, encárgate del radar principal, vas a fijar los objetivos antes de cada disparo-.
Yo no veía arma alguna pero me aposté en donde me había dicho.
Es eso apareció una de esas pantallas virtuales de las instalaciones de los atlantes. Se dibujaba un círculo dividido en muchos hexágonos.
-Guillermo, encárgate del escudo de energía. Cada celda corresponde a una de las del domo. Si alguna cambia de color significa que se ha debilitado. Tócala y la energía que aún tenemos la va a reforzar. Si una falla, sus armas nos harán daño. Sé cuidadoso y viviremos-.
-No voy a fallar-, respondió Guillermo. […]
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Ahora el sismo estaba aquí. La tierra debajo de nosotros empezó a temblar con fuerza. Se hacía difícil mantenerse de pie sin apoyarse en algún mueble o aparato.
-Prepárense que llegan las armas nucleares-, dijo Kane mirando fijamente uno de los radares que había detectado naves que estaban a cincuenta y dos kilómetros. Empezaron a aparecer unos misiles que iban por delante de la flotilla de naves, que ahora tomaba una trayectoria de escape.
El domo empezó a cambiar de consistencia. Los hexágonos desaparecieron y se abría en su parte superior.
-Estamos amplificando el sismo porque entramos en resonancia. Es el momento de disparar. Jonás, pon tu dedo en uno de los fragmentos en la pantalla del radar principal. Guillermo, hay un mando a tu derecha, una vez fijado el objetivo, pulsa ese botón rojo-.
Puse mi dedo en el que parecía más grande, el de Londres, y di el aviso.
Guillermo presionó por primera vez el botón y un fulgurante haz de luz salió del radiotelescopio. En mi radar, uno de los fragmentos explotó dividiéndose en partículas muy pequeñas dentro de la nube de energía; de seguro se quemarían al ingresar en la atmósfera. Desapareció de la pantalla. Quedaban solamente cuatro. Mirando de lejos mi pantalla, Kane volvió a gritar, ahora como vaquero del far west.
-Tengo al segundo, ¡fuego!-, grité. Guillermo activó el rayo de luz. Anawi y Kane veían de lejos lo que yo tenía frente a mí. Otro menos.
-¡Ahora quedan tres!-. Esta vez gritaban Kane y Anawi al unísono.
Kane rápidamente volvió a la realidad y mirando asustado a su pantalla de radar dijo con vos funesta. –Las cabezas nucleares están sólo a treinta y cinco kilómetros. ¡¡Hurry up!!
-Fuego-, indiqué nuevamente. Guillermo despachó otro rayo de energía. […]
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Hice la confirmación. –¡¡Fuego!!-.
Algo no iba bien. Poco antes que Guillermo pulse el botón de costumbre, la coordenada del último fragmento, el que se dirigía a Nueva York,  se movió un poco. No le daríamos de lleno. De hecho se partió y la parte más grande se redirigió hacia… nosotros. –¡¡¡Detente, Guillermo!!!-, grité. Demasiado tarde.
La trayectoria no mentía. El destino final coincidía con nuestra ubicación geodésica. De todas maneras íbamos a recibir un impacto. ¿Por qué?
Nos quedamos fríos. Uno de los dos portales detenidos se llevó a Kane y Anawi porque estaban juntos, aparte recibí la explicación a mis preguntas.
-Esas cabezas nucleares destruirán la instalación militar pero no el refugio. Ese último fragmento penetrará el suelo del área 51 entre trescientos y quinientos metros. Nos aseguraremos que los reptiles no sobrevivan. Ni siquiera los que se encuentran en el espacio-. Señaló el radar principal y se veía una nave nodriza cruzando el sistema solar hacia la Tierra a una gran velocidad.
 Toqué la pantalla ahora fija en la nave, al punto que daba la orden. Guillermo destruyó el último indicio de los anunnakis. No volverían en mucho tiempo y los estaríamos esperando.
-Los proyectiles están muy cerca, a menos de quince kilómetros, deben irse. Yo me quedo. El sismo va a superar los 10.5 grados. Alguien debe pagar por todas esas muertes-, dijo Ogul.
El domo terminó de cerrarse y aumentaba su espesor.

Nuestros reclamos no sirvieron de nada. La energía que retenía al segundo portal desapareció y fuimos desalojados de este tiempo mientras veía cómo impactaban los misiles. El domo resistió las explosiones. Noté cómo se deformaba a manera de balón desinflado, reteniendo el calor infernal y la radiación en el mismo espesor del domo. No duraría mucho. En todo caso, el último fragmento del asteroide destrozaría todo sin piedad.

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