miércoles, 21 de enero de 2015

MOQUEGUA Y TACNA

Como siempre me han afirmado, el mundo de la minería es pequeño debido a que hay mucha circulación de profesionales. Es así que los adelantos tecnológicos pasan de mina en mina. A veces los repuestos de equipos estratégicos  demoran meses en llegar. En casos extremos, los solicitan a préstamo a sus pares hasta que lleguen los suyos. Hoy por ti, mañana por mí. También ocurre que pueden validar resultados al ponerse en contacto con sus conocidos de otros asientos, que les dan una opinión bastante exacta e imparcial.

Sospecho que esto ocurrió con los dos asientos que iba a visitar. De seguro ya habían corroborado la performance de lo que se venía utilizando en otras minas de cobre y como saben  que nosotros los representamos, nos abrieron las puertas.

Ambos yacimientos se encuentran en las regiones de Moquegua y Tacna, relativamente cerca de la frontera con Chile y Bolivia. Se caracterizan por tener una agroindustria incipiente. Olivos, frutales, camarones, piscos de la mejor calidad y un riquísimo cuy chactado son algo de lo que producen, fuera del cobre, que les genera un gran ingreso por el canon minero.

[…] Salí a caminar por las calles de la ciudad de Moquegua, en donde estaba hospedado y vi varios letreros que ofrecían visitar el cerro Baúl. Cuando se viaja por la carretera se aprecia un monte solitario con la forma de un inmenso baúl cerrado, que despierta la curiosidad del turista y que puede ser visitado tomando alguno de los tours que se ofrecían por toda la ciudad. El sitio había despertado mi interés por lo que, contraté uno de estos servicios para el día siguiente.

Salimos de madrugada y luego de un tiempo razonable, llegamos al sitio  ubicado en el kilómetro 28 de la carretera y curiosamente a quince minutos antes de la entrada de una de las dos minas que visité. Empezamos a subirlo con no poco esfuerzo. Yo siempre con mi mochila, con botella de agua, algo ligero para comer, el objeto de oro y la piedra. Había escuchado por ahí que el cerro era un lugar sagrado y que había recibido antiguamente personas que adoraban a sus dioses.

[…] Me retiré con las ropas para cambiarme y después de haberlo hecho, me acerqué de nuevo. ‘Toma esta bebida y acércate a esta otra piedra’. Parecía un lecho, era una losa plana y cuadrada en donde podía entrar echado sin ningún problema. Bebí según sus instrucciones y una vez sentado en la piedra, sentí un sopor asfixiante. Cuando desperté era alrededor del mediodía y estaba soleado. Pero no me encontraba en el cerro. Realmente no sabía en donde me encontraba. Solamente veía un mar de aguas que casi ni se movían. Las pocas olas que se formaban habían acumulado una espuma en la orilla en donde terminaban. Vi que de unas balsas que serían de totora, bajaban unos personajes de estirpe, porque llevaban indumentarias con plumas de muchos colores y otros adornos en la frente y en sus ropas; iban seguidos de otros más que no las llevaban.

Me parecía recordar la leyenda de Manco Cápac, que salía de las espumas del Lago Titicaca. Recién parecía adivinar en donde me encontraba. Se trataba de la Región Puno, rica en oro aluvial y conocida por los pueblos que viven en el lago así como por la fiesta de la Candelaria, que se celebra en el mes de febrero. Aunque es bueno saber que según una muy buena fuente, el verdadero Manco Cápac nacería cerca de la ciudad del Cusco y demoraría unos veinte años en tomar posesión de una parte de ella, debido a que los pueblos invadidos no cedieron las tierras. Estos del lago serían sus padres o ancestros.

[…] Esta vez el sueño me cayó como un rayo. El dolor de cabeza se hizo agudo en extremo y podría decir que quedé inconsciente. Cuando desperté me encontraba en Machu Picchu, pero no lo era a la vez. Todo era verde y el Huayna Picchu se veía majestuoso como en las postales que han dado la vuelta al mundo. Pero de la ciudadela, casi nada. A duras penas se veía el trazo inicial de la ciudad. Parece que estaban construyendo la andenería colocando rocas de todo tipo. Por allá vi que terminaban de canalizar la entrada de agua a la ciudad y más lejos encontré a algunos obreros que con herramientas de obsidiana –había recibido esta explicación cuando vine por segunda vez a mis 28 años–, rebajaban los cantos de las rocas más grandes y reducían algunas más pequeñas para hacer las viviendas con ellas.

Pero lo que más me interesó fue ver la piedra del tiempo a punto de ser terminada. Esta vez sí pude caminar por el lugar. Cuando estuve relativamente cerca, vi a uno de ellos entregando la piedra que yo llevaba a todos mis viajes a los obreros que ya habían tallado la piedra de base llamada Intihuatana, que se ve en las imágenes de todos los libros. Después de unos minutos empezaban a dar los toques finales a la gran piedra porque la piedra pequeña tenía una base irregular, tal como la encontré cerca de las minas del Cusco. Tallaban y tallaban la parte superior de la base hasta que más o menos pudieron acomodarlas. Luego comenzaron a pulir los filos de ambas para que al colocar una encima de otra mantuviese una uniformidad y no se viera inclinación hacia ningún lado.

Al parecer la nueva piedra me permitía ver partes de la historia hasta que fuera instalada en forma definitiva. No sé en qué momento vi que se me empezaban a acercar unos guardias con lanzas o picas y actitud ofensiva. Como yo era el extraño empecé a correr hasta la piedra que me trajo hasta aquí. Me trepé en ella pensando que me iba a desaparecer o a proteger de alguna manera. Con angustia vi como dos lanzas fueron dirigidas hacia mí sin poder hacer nada para detenerlas o evitar que me atravesaran. Yo daba todo por perdido cuando al momento de ser alcanzado por ellas fui atravesado pero no herido. Al principio no entendí pero la piedra ya había empezado a moverme a otro lugar y tiempo. De pronto se hizo de noche y distinguí a las personas que me dejaron, rodeadas por las fogatas que iluminaban el cerro Baúl. Súmaq se acercó mientas el resto de personas se encontraba en trance del que poco a poco empezaban a despertar.


‘¿Qué te pareció el viaje?’ Yo todavía mantenía la expresión de terror por los lanzazos de los que me salvé. Agregó: ‘El motivo de tu viaje era que vieses a grandes rasgos el inicio del gran imperio que permitió ayudar a los demás pueblos del pasado que serviría de ejemplo para las posteriores generaciones y para el resto del mundo’. Alcancé a decir: ‘El mensaje inicial que recibieron los incas fue que con la colaboración y el esfuerzo de cada uno lograrían vencer todos los obstáculos que se les presente. Resolverían problemas de las tierras de cultivo haciendo andenes, suministrarían el agua suficiente para seguir creciendo, acopiarían los excedentes para tiempo malos o escasez, repartiendo con sabiduría y generosidad. Serían expertos en aclimatación y adecuación de especies silvestres que se transformarían en alimentos cultivables.

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