miércoles, 21 de enero de 2015

LAS MINAS DE ANCASH

Llegué a la ciudad de Huaraz, que se encuentra a un promedio de siete horas en auto desde Lima y a pocas horas de la mina. La ruta es mixta pues se debe subir por el norte chico hasta Barranca y luego desviarse por Pativilca que se aleja de la costa. Luego se sube por una buena carretera hasta el Callejón de Conchucos, que no es sino una depresión entre la cordillera blanca y la negra. Las ciudades como Huaraz, Carhuaz, Yungay y Recuay que son las más representativas, se encuentran a un altura de algo más de 3,000 msnm.

Ancash cuenta con varias actividades aparte de la minería. Chimbote, su puerto principal, es el que produce un gran porcentaje de harina de pescado del país. Comparte su espacio con una empresa siderúrgica muy conocida. También destacan la agricultura y la ganadería. Huaraz, capital de la región Ancash, es considerada como el lugar más idóneo para esquiar de toda la cordillera peruana. Es preciso mencionar al Huascarán, que con sus 6,768 msnm, es el pico más alto del Perú. Ubicado en el parque nacional del mismo nombre, se encuentra rodeado por varias lagunas que cuentan con una hermosa vegetación y otros macizos, como el Alpamayo, considerado como la montaña más hermosa del mundo por los que van a esquiar en esa región.

[…] Bajé con la mochila y  como siempre dejé mis efectos personales –el smartphone por ejemplo– dentro del auto, me acerqué y subí mientras arrojaba la mochila a un costado de la piedra. Coloqué lo mejor que pude la parte superior y ubiqué el objeto de oro que saqué de mi bolsillo. ¿Será el mono? Siguiendo el orden consecutivo desde el inicio sabía previamente en qué baktun caería; podía ubicarme en el lugar y tiempo aproximado para minimizar la incertidumbre y enfocarme mejor en la misión asignada. La piedra colaboraba muchas veces de esta manera, que me tranquilizaba. Empezó el viaje por el tiempo con sus colores de siempre. La piedra no emitía ningún sonido mientras corrían los tiempos hacia el pasado, pero se sentía un ligero bamboleo, como quien planease en ala delta en días sin mucho viento. Era como si se suspendiera en el aire.

Cuando aterricé por completo y las luces se disiparon, me encontré justo en la entrada de la misma ciudad Chavín, en la época de su máximo esplendor. Digo esto porque Chavín de Huántar fue el principal centro administrativo y religioso. Allí –aquí– se distribuían por todo su imperio en formación, las cosechas de diferentes cultivos, para abastecer a todos sus dominios. Serían alrededor de las cinco de la tarde. Estaba deslumbrado por la magnificencia del lugar enteramente construido en piedra fragmentada, unas muy grandes y otras  pequeñas, algunas sólo yuxtapuestas y otras unidas con barro. De pronto  escuché el saludo de alguien. ‘Mi nombre es Wanka, que significa piedra, tú debes ser Jonás’. Sonriendo por la coincidencia en el nombre, sólo atiné a contestar el saludo porque por aquí ya sabían quién era. ‘Así es, mucho gusto Wanka’, dije.

Venía acompañado de un pequeño. Él es mi sobrino Anta’, me dijo. ‘Hola niño’, respondí. El pequeño, que tendría unos cinco años, sólo me miraba. No dijo nada porque sentía temor por este desconocido que vestía con ropas estrafalarias para su gusto. Curiosamente ‘Anta’ significa cobre en quechua, metal que en unos tres mil años se extraería de la tierra de lugares vecinos a esta maravilla arquitectónica. Las rocas bien ensambladas en su conjunto sobrevivirán durante todo el tiempo hasta después del s. XX, convirtiéndose en  una de las cosas que más disfrutaríamos los locales y todos aquellos turistas que se aventuren a recorrerlas.

[…] Wanka me invitó a pernoctar en la plaza. Mientras cenábamos a la intemperie, alrededor nuestro unas fogatas nos proveían calor porque aquí hacía  frío por las noches. Ya se había reunido en la plaza un buen número de familias para compartir los alimentos y la compañía. Pasaban maíz sancochado, ese choclito serrano que adoro comer y papas. Habas, calabazas, quinua y maní. Carne de cuy o guinea pig, de auquénido y pescado. La riqueza de esta variedad de alimentos los mantenía alejados de los sufrimientos por hambre y desnutrición. Esto es algo que ningún gobernante contemporáneo de mi país ha podido solucionar satisfactoriamente. Aquí todo se veía cómodo. Mientras bebía chicha de jora, aparecieron en la plaza unos personajes que me parecieron comediantes.

Primero dos hermanos, uno muy oscuro que hablaba rápido y otro que era al parecer “el gracioso” porque cada vez que hablaba, grandes y chicos se reían con mucho entusiasmo. Por ahí apareció un tercero que no hablaba, pero  su fingido y versátil rostro triste era la razón de los chistes del más gracioso de los otros dos. Completaba el grupo una joven que se paseaba entre ellos sin inmutarse de lo que hacían, lanzaba gritos de vez en cuando. Los otros tres, asustados, se apartaban de su camino y continuaban con las ocurrencias.

Luego se presentaron dos jóvenes hermanas, algo pequeñas, pero con rostros muy expresivos. Se trataba de una dramatización bastante real, una novela, como me explicó Wanka más tarde. La gente vivía el espectáculo. Unos gritaban, otros conversaban entre ellos sobre la novela. Reían y hasta lloraban por las ocurrencias y comentarios de las dos mujeres. ‘Que mi hijito, que tu tía, que mi amiga, que tu esposo...’ Wanka se reía y apenas tenía tiempo para explicarme. No paraban de hablar y señalaban al público moviendo la cabeza como diciendo ‘¿no es cierto esto, no es cierto aquello?’ Esta parte de la función fue el plato de fondo porque despertó muchas pasiones entre el público, unos a favor y otros en contra.

A pesar que no había silbidos ni aplausos, se terminaron por ganar la simpatía de los allí reunidos. Lo puedo afirmar porque al final de cada acto pasó un personaje más que no paraba de sonreír. Pasaba  un mate burilado –esa calabaza tallada  con motivos culturales–,entre los grupos reunidos para recoger “las propinas”. Allí le depositaron regalos pequeños, de oro, plata y cobre. Pulseras, anillos, brazaletes, orejeras, aretes y otros adornos. Algunos tendrían mucho valor por el peso de los metales preciosos. Cuando un grupo no depositaba nada, el personaje se ponía serio. Se escuchaban los ¡¡uuuyyyy!! del resto de familias que los presionaban hasta que pusieran algo. A veces ponían, a veces no y el personaje se iba hacia otro grupo de espectadores, mostrando nuevamente su sonrisa característica. Ese era su don, alegrar al público mientras les cobraba.

Después de otros actos más finalizó el show.  El reparto completo de actores salió a recibir la ovación. La última gracia ocurrió cuando el que pasaba el mate intentó hacerlo de nuevo y recibió por pago unas corontas –el resto del maíz después de comerlo– que entre gritos y carcajadas le lanzó el público.. ‘No te angusties Jonás, con esta broma terminan casi todos los grupos que se dedican a este arte. Cuando es excelente les vuelven a dar cosas.’, concluyó Wanka mientras se reía del final.

[…] Nos permitieron ingresar al recinto de roca. Unos sacerdotes nos esperaban. Me ofrecieron una bebida, que entiendo sería San Pedro, un alucinógeno derivado del cacto del mismo nombre cuya imagen es común ver en los tallados en piedra. Wanka asintió indicándome con su mirada que sólo bebiera un poco. Los pasillos casi no tenían iluminación alguna pero a medida que hacía efecto el brebaje todo se hacía más diáfano y hasta brillante, considerando las pocas luces que se filtraban desde los ambientes superiores. También las personas se veían rodeadas de un aura artificial debido al alcaloide.

Parecíamos dioses. Me llevaron hacia lo que sería el Lanzón. Se veía imponente el tallado antropomorfo ante la penumbra. Sería el señor de estas tierras, a quien se le rendía culto. Gracias al desarrollo de ingeniería hidráulica de esta cultura, el agua de los ríos y de la lluvia se drenaba por debajo del templo, produciendo por la acústica un sonido como el rugido de un jaguar, que es una de las deidades de este pueblo. Realmente esos eran los efectos especiales que les permitían honrar a sus notables y establecer diferencias entre las castas.

Permanecí en este trance por un tiempo que no pude determinar. El fuerte efecto del preparado me impidió mantener el control natural del tiempo que cada quien posee. Cuando ya amainaban los síntomas, Wanka se despidió de los señores y prácticamente me retiró del lugar. Se veían las primeras luces del día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario