El primer viaje en enero del nuevo año era a las minas de oro en La
Libertad. Hay que hacer una breve explicación. Entre las regiones de La
Libertad y Cajamarca al norte del Perú, se encuentra la mayor concentración
geológica de oro en todo Sudamérica, lo que constituye la mayor riqueza minera
de esas regiones. Si hablamos de La Libertad podemos encontrar minas de oro a
pocas horas de la ciudad de Trujillo, subiendo por la puna. Pero también
podemos encontrar oro, pasando la cordillera, en la zona que limita
con las regiones San Martín y Amazonas y que los lugareños identifican como
selva.
[…] El símbolo que seguía por la izquierda de la ballena era la gaviota
y correspondía al segundo baktun. Después del viaje, aparecí en un desierto
costero y frente a una fortaleza. Apenas tuve plena visibilidad identifiqué que
estaba en la cima del monte en cuya falda se erigía el bastión. Me recibió un
gran grupo de gente. Uno de ellos, que frisaba alrededor de cincuenta años, se
me acercó y desde ese momento se convirtió en mi guía personal.
‘Me llamo Sayri, que significa príncipe. Estoy a cargo de este centro de
acopio de alimentos, soy pues un cacique’. Extendió su mano y al dársela
comprendí que era un personaje importante y popular por la confianza del
apretón. Era como si le diera la mano a un gerente o director de una empresa al
hacer negocios. Me dio un trato bastante cordial y me ofreció algunos
alimentos. Era alrededor de la una y el calor del desierto se hacía
insoportable. Como mi última merienda había sido muy temprano, acepté de buena
gana su oferta. En la parte alta del fortín habían acondicionado una mesa de
piedra la que estaba provista de vasijas con alimentos y bebidas. Pescado
ahumado junto con algunas menestras y mariscos para escoger. La infaltable
chicha; aunque debo reconocer que al cambiar de época, el sabor también
cambiaba.
Conversamos largo y tendido acerca de sus labores. Se trataba de Sechín
en las costas de Casma, ubicada en la región Ancash, al sur de Trujillo y era
un centro de acopio de alimentos. Él era un administrador de la producción y
distribución de las reservas de alimentos así como de los excedentes para las
épocas de escasez. Siguió describiendo lo que hacían. ‘Desde hace mucho tiempo
atrás hemos manejado las fuentes de agua. Las tierras disponibles no siempre se
encuentran cerca de los manantiales y ríos que abastecen los sembríos. Nuestros
ancestros lograron ponerse de acuerdo con todos los propietarios de las tierras
para permitir el paso del agua por canales que cruzan sus tierras. A su vez
debíamos ayudarnos a construir los canales, que muchas veces se extendían hasta
los tupus –parcela antigua de algo menos de un acre, en promedio– más lejanos.
Ahora todos cuidamos que el agua llegue y alcance para todos, logrando aumentar
las cosechas y asegurarnos que los alimentos alcancen para todos. Pero también
tenemos problemas. Algunos pueblos que vienen de más lejos y que no son
amistosos nos atacan de cuando en cuando, sobretodo en épocas de escasez. Hemos
intentado negociar con ellos pero como les gusta tomar las cosas por la fuerza,
eso es lo que les devolvemos. Sabemos que un gran destacamento de hombres
armados se encuentra camino a nuestro hogar y hemos solicitado a nuestros
amigos que nos provean de hombres y armas para defender lo que nos pertenece a
todos’.
Hizo una pausa. Su rostro ya no reflejaba cordialidad sino que mostraba
preocupación. Continuó hablando. ‘Este grupo, es según testigos que los han
visto y han venido a contarnos, superior a nuestra fuerzas reunidas. Hemos
elaborado una estrategia para la defensa del lugar pero contamos hasta con el
último hombre, mujer y niño. Nos has caído como respuesta a nuestras plegarias.
¿Te animarías a ayudarnos en la pelea?’. Esta vez él sonreía. Le aseguré que
sería un placer colaborar con la defensa y que me asignaran una misión que
cumplir para asegurar que ganaríamos.
‘Estarán llegando hoy por la noche, pero no atacarán sino hasta las
primeras horas de luz’. Me invitó a dar una vuelta por fuera para ver qué ideas
podría aportar. Era muy receptivo. Bajamos por las escalinatas ya que la piedra
me había dejado en la parte superior del edificio, en las alturas del monte. El
lugar constaba de varias manzanas de extensión con pequeñas chozas que
posiblemente serían devastadas durante los ataques del invasor. Sin embargo, el
emplazamiento central que era del tamaño de una manzana estaba rodeado por una
muralla de roca con figuras talladas de guerreros con armas, miembros cortados,
cabezas sangrando, vísceras y vértebras, así como hombres luchando y sangrando
con rostros deformados por la violencia. Era una advertencia para cualquiera
que pretendiese agredirlos. Muy posiblemente ya llevaban varios años repeliendo
ataques por lo que algunos tramos de la muralla se hallaban ligeramente
derruidos.
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